GENTE GRANDE

El Consejo de Troyes y el gobierno de los Caballeros Templarios

El Concilio que se inauguró en la Catedral de Troyes el 13 de enero de 1129 estableció la regla de la Orden del Temple, haciendo oficial la primera orden religiosa y militar de la cristiandad. Al regresar de Jerusalén con algunos de sus compañeros, Hugues de Payns movilizó su energía para obtener el reconocimiento del innovador estatus de “monje soldado” que había creado en la Ciudad Santa. Entre el apoyo religioso y político que buscó, el del Papa Honorio II fue decisivo. Prometió a Hughes que convocaría un consejo provincial para dar una regla de vida a la nueva comunidad. El concilio abrió en la catedral de Troyes el 13 de enero de 1129, y la elección de Troyes no debe nada al azar. Hugues de Payns encontró un eco natural en su Champagne natal, con el conde Thibaud II y su aristocracia. Sobre todo, logró convencer al abad Bernardo de Claraval de los méritos de la doble vocación religiosa y militar de la orden. El 13 de enero de 1129, bajo la autoridad del legado del Papa, Mathieu d’Albano, y en torno a Bernardo de Claraval, la figura más influyente de la asamblea, se reunieron los prelados más importantes de las provincias eclesiásticas de Sens y Reims: los arzobispos (Reims y Sens), los obispos (Chartres, Soissons, París, Troyes, Orléans, Châlons, Laon, Beauvais), los abades (Clairvaux, Cîteaux, Vézelay, Pontigny, Trois-Fontaines, Saint-Denis de Reims, Saint-Étienne de Dijon y Molesme). También están presentes algunos laicos: el Conde de Champagne Thibaud II con su senescal André de Baudement, así como el Conde de Nevers, William II.

Adoptada al final del concilio, la regla primitiva, inspirada en la regla de San Benito, incluye 71 artículos en latín que definen la vida de los Templarios, tanto monjes como guerreros. Los primeros artículos tratan del valor, la disciplina y la humildad, sus cualidades esenciales y primordiales. Rápidamente traducida al francés, la regla se enriquece con nuevos artículos para resolver mejor los problemas cotidianos de su vida comunitaria.

En alabanza a la nueva caballería

A petición de Hugues de Payns, Bernard de Clairvaux escribió De laudae novae militiae o Elogio de la Nueva Caballería, para legitimar la doble vocación, religiosa y militar, de Hugues de Payns y sus compañeros. En ella afirma que la protección indispensable de los Lugares Santos y de los cristianos justifica la guerra contra sus agresores, infieles movidos por el “Maligno”, de ahí el término “maligno”, utilizado para describir el asesinato perpetrado por un Templario.
“Repito, el caballero de Cristo da la muerte con seguridad y la recibe con aún mayor seguridad. Si muere, es por su propio bien, si mata, es por Cristo…. Al matar a un criminal, no actúa como un asesino, sino, me atrevo a decirlo, como un malvado…. No es que sea necesario, además, masacrar a los paganos, si hubiera otra manera de evitar que acosen y opriman demasiado a los cristianos. Pero es mejor, de todos modos, matarlos que dejar que el cetro de los pecadores caiga sobre la parte de los justos a riesgo, para los justos, de tender su mano a la iniquidad”.